Pablo conoce al Resucitado – Job conoce a Yavé
PRIMERA PARTE
Pablo y Job tienen el mismo problema: Pablo no conoce a Jesús y Job no conoce a Yavé. Cuando llegan a conocer a Jesús y a Yavé, respectivamente, Pablo “enseguida” comienza “a predicar en las sinagogas que Jesús era el Hijo de Dios”[1]; y Job, tranquilo con la respuesta de Yavé[2], intercede por sus impugnadores “para que, en atención a él”, Yavé no los castigue[3]. ¿Qué tipo de conocimiento fue el de Pablo y el de Job para que cambien de actitud radicalmente, y puedan caminar juntos con los que fueran sus contendientes?
I. ENFOQUE DEL PARALELO PABLO4 – JOB
Situación inicial
Pablo se sentía en lo correcto frente a Dios, incluso cuando participó en el apedreamiento de Esteban5 y amenazaba “de muerte a los discípulos del Señor”6. Esa era su vida. Job era el hombre más rico de la región, debido a las bendiciones de Dios, por ser un hombre correcto7. Le preocupaba solo la duda del pecado de sus hijos en cada ciclo de fiestas por lo que debía purificarlos8 . Así pasaba su vida.
Pablo y Job en Problemas
Un día, a Pablo, “mientras iba caminando y se acercaba a Damasco, lo rodeó de improviso el resplandor de una luz que venía del cielo”9. Pablo, “cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: «¡Saúl, Saúl!, ¿por qué me persigues?10»”. Pablo no reconoció a Quién le hablaba. Un día, por insinuación de Satán, Yavé11decide probar a Job, “destruirlo sin motivo”12. Aunque el lector sabe que la prueba le vino de Yavé, Job no lo sabía13
Pregunta central
Pablo “preguntó: «¿Quién eres tú, Señor?»”14 .
Job avizora15 que su mal vino de Yavé (el lector lo sabe16); entre otras mil cosas dice: “¿Quién de entre todos ellos no sabe que la mano de Yavé ha hecho esto; que en su mano está la vida de todo viviente y el hálito de vida de cada persona?”17. En su primer monólogo18, Job observa que está en lo correcto porque Dios, cuando creó el mundo, dijo al hombre: “El respeto a cadonay es sabiduría; apartarse del mal, inteligencia”19 y esta es su conducta, avalada por el propio Yavé20. No le queda sino lamentarse: “Clamo a ti y tú no me respondes; me pongo frente a ti y tú no me prestas atención. Te volviste cruel conmigo; me oprimes con la fuerza de tu mano. Me levantas sobre el viento, me haces cabalgar en él y me deshaces en la tempestad. Bien sé que me llevas a la muerte, a la mansión común de todos los vivientes”21; y esperar una respuesta22: “¡Ojalá me escuchara Dios! Esta es mi última palabra”23.
Respuestas de Dios
A Pablo: La voz le respondió: “¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues! Pero levántate, entra en la ciudad y ahí se te dirá qué debes hacer”24.
A Job: “Yavé respondió a Job desde la tormenta y dijo”25. En su extensa respuesta, Yavé se revela a través de su creación26, que Job no es capaz de abarcar: “He hablado a la ligera, ¿qué te he de contestar? Llevo mi mano a la boca. Una vez hablé, ya no responderé; dos veces, pero no insistiré”27, y se retracta de la protesta: “Reconozco que tú lo puedes todo y que ningún proyecto es imposible para ti. En verdad, yo hablé sin entender; dije cosas demasiado elevadas para mí, que no comprendía. Yo te conocía solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto y me arrepiento sobre el polvo y la ceniza”28.
Situación final
Pablo: “Saulo estuvo algunos días con los discípulos en Damasco y enseguida comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús era el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban sorprendidos y se preguntaban: ´¿No es este el que en Jerusalén quería eliminar a los que invocan este Nombre? ¿No ha venido aquí para llevarlos encadenados ante los sumos sacerdotes?´. Pero Saulo se fortalecía cada vez más y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrándoles que Jesús es el Mesías”29.
Job: “Después de que Yavé hablara a Job con estas palabras, dijo a Elifaz de Temán: ´Mi ira se enciende contra ti y contra tus dos amigos, porque no hablaron correctamente de mí, como Job, mi servidor30. Ahora bien, tomen siete novillos y siete carneros, vayan donde está Job, mi servidor, y ofrezcan un holocausto por ustedes. Job, mi servidor, intercederá por ustedes, para que, en atención a él, yo no castigue la insensatez de ustedes, porque no hablaron correctamente de mí, como Job, mi servidor´31. Elifaz de Temán, Bildad de Suaj y Sofar de Naamat fueron e hicieron tal como Yavé les había mandado; y Yavé mostró su favor a Job. Cuando Job intercedió por sus amigos, Yavé restauró el bienestar32 de Job y le aumentó al doble todas sus pertenencias”33.

II. IMPLICACIONES PERSONALES
¿Por qué Pablo debía conocer a Jesús resucitado34 para luego anunciar al mundo de que Él es el Mesías, que murió por nosotros y resucitó al tercer día, y es el único Salvador? E, igualmente, ¿qué necesidad tenía Job de conocer de vista a Yavé y no “solo de oídas”35 para recuperar la paz – aunque no la salud – y poder, luego, interceder por sus amigos?
¿Quién era Pablo antes de este encuentro con Jesús? e, igualmente, ¿quién era Job, antes de la intervención de Yavé en su vida? ¿En qué consistió ese reconocer a Jesús resucitado de Pablo y ese conocer de vista a Yavé de parte de Job?
Pablo antes de conocer a Jesús
Pablo nació en Tarso, capital de Cilicia, en los primeros años de la era cristiana, fue contemporáneo de Jesús, e incluso pudo haberlo conocido36, pero no al Resucitado, al que está reconociendo ahora37. Sus padres fueron “fariseos”38, “fabricantes de carpas”39 y tenían ciudadanía romana40, prerrogativa que Pablo utilizó para defenderse41. La educación de Pablo hizo de él un “fanático defensor” del judaísmo42 que la completó en Jerusalén bajo la dirección de Gamaliel43. Pablo fue “irreprochable, según la ley” de Moisés44 y pensaba estar en lo cierto y de que servía a Dios45, incluso cuando colaboró en el asesinato a Esteban46. Siempre fue enemigo de los cristianos47 y los perseguía a muerte48.
¿Quiénes eran los fariseos en el tiempo de Pablo (y Jesús)? Los fariseos respetaban las tradiciones de los padres; creían en la existencia de los ángeles, en la resurrección y en la divina providencia. Pero anteponían sus tradiciones a Ley de Moisés49. Jesús calificó sus tradiciones como «doctrinas y normas de origen humano»50; y reprendió su hipocresía y su falsa religiosidad51. Ellos se declararon sus enemigos52. Entre los fariseos, sin embargo, está Nicodemo53, Gamaliel54; y muchos fariseos pasaron a la Iglesia naciente de Jerusalén55.
La actitud de Pablo, antes de conocer a Jesús, refleja claramente esa posición negativa, enemiga de Jesús y, por ende, de sus discípulos56. No creía en Jesús Resucitado y su actuar era coherente con lo que pensaba.
Job antes de conocer de vista a Yavé
Sabemos de Job por la descripción del narrador:
“Hubo una vez, en la región de Us, un hombre llamado Job. Este hombre era íntegro y recto, respetuoso de Dios y alejado del mal. Tuvo siete hijos y tres hijas; y llegó a poseer siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y muchísima servidumbre. Era el hombre más rico de todos los habitantes de Oriente. Sus hijos solían celebrar banquetes por turno en casa de uno o de otro e invitaban a sus tres hermanas a comer y beber con ellos. Terminado el ciclo de los banquetes, Job los llamaba para purificarlos. Al amanecer del día siguiente ofrecía un holocausto por cada uno, porque decía: ´Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones´. Así hacía Job cada vez”57.
Y lo conocemos por la descripción que hace de sí mismo, en dos momentos:
Primer momento, antes de las intervenciones de Yavé.
“Job continuó su discurso, diciendo: ´¡Quién me permitiera vivir como en los meses pasados, como en los días en que Dios me protegía; cuando brillaba su lámpara sobre mi cabeza y a su luz yo caminaba en las tinieblas! Como cuando estaba yo en los días de mi madurez: con la amistad de Dios sobre mi familia; el Todopoderoso estaba aún conmigo, y mis hijos, a mi alrededor. … Si yo salía a la puerta que domina la ciudad o si instalaba mi asiento en la plaza, los jóvenes me veían y se escondían, los ancianos se levantaban y permanecían de pie, los príncipes dejaban de hablar y se llevaban la mano a la boca; la voz de los nobles se apagaba y la lengua se les pegaba al paladar´”…58.
Esta autoapreciación de Job, como la del narrador59, no va más allá de la evaluación que hiciera cualquier ser humano respetuoso de cualquier divinidad (numen). Esta autoevaluación se refiere a ese momento de su vida anterior a la primera intervención de Yavé60, cuando todo le iba bien “como en los días en que Dios me protegía…”61. La primera prueba62, la pérdida de sus hijos63, tampoco le quitó la paz; la resignación era parte de su rectitud, porque, efectivamente, él siempre tuvo la aprensión por los pecados de sus hijos y, cuando murieron, fue preciso en las circunstancias que generaban sus escrúpulos “comían y bebían vino”64; y, esta vez, no tuvo tiempo para purificarlos. Los hijos murieron por sus culpas y Job no tuvo nada que decir contra Dios65. Elihú los acusó66, y Job no tuvo argumentos para defenderlos.
Segundo momento, después de la prueba sin motivo de Yavé:
Pero, con la segunda prueba67 , Job percibe que Yavé es “injusto” porque, siguiendo la insinuación de Satán (que Job no sabe; pero el lector, sí), le manda una enfermedad de muerte “sin motivo”68. En la discusión con los amigos, respondiendo a Bildad, Job dice ser inocente, sin embargo, Dios lo “declara culpable”69, lo hace sufrir «sin motivo»70 y lo trata como a los pecadores; y no sabe cómo abordarlo: “¡Si supiera cómo encontrar a Dios para llegar hasta su sede! Expondría ante él mi causa y llenaría mi boca de argumentos. Conocería los términos de su respuesta y entendería lo que me dijera. ¿Discutiría conmigo con su inmenso poder? ¡No! Más bien me pondría atención. Entonces un justo discutiría con él y ¡yo ganaría definitivamente mi causa! Pero voy al oriente y no está; al occidente y no lo percibo…”71.

Por eso, actualmente, se percibe de otro modo: “Pero ahora se burlan de mí los que son más jóvenes que yo, a cuyos padres no habría dejado al frente de los perros de mi rebaño. La fuerza de las manos de esta gente carentes de vigor, ¿de qué me habrían servido? Agotados por el hambre y la miseria iban escarbando la estepa sombría y desolada; arrancando hierbas amargas entre los matorrales y raíces de retama para su alimento. … Dios aflojó la cuerda de mi arco y me humilló, y ellos, desenfrenados, me atacan. A derecha se alza la chusma y hace que mis pies flaqueen, y abren contra mí senderos para arruinarme. Arrasan mi senda, se aprovechan de mi destrucción y dicen: ´No hay quien le ayude´. … De noche Dios taladra los huesos que me quedan, no cesan los tormentos que me corroen, me agarra el vestido con gran fuerza y me aprieta como el cuello de mi túnica. Él me ha arrojado al fango y me asemejo al polvo y la ceniza”72.
Cerrando la discusión con los amigos, dice: “¡Juro por Dios! ¡Él niega mi derecho! El Todopoderoso me ha llenado el alma de amargura. Mientras haya un hálito de vida en mí y el aliento de Dios en mi nariz, mis labios no hablarán injusticias ni mi lengua proferirá falsedades. Lejos de mí darles a ustedes la razón; reclamaré mi integridad hasta la muerte. Me aferraré a mi inocencia y no la dejaré; no me reprocho por ninguno de mis días. Que mi enemigo tenga la suerte del impío, y mi rival, la del injusto”73.
No queda más que la protesta; pero, ¿en qué fundamentar la acusación? Israel, pueblo de la alianza con Yavé, tiene un acuerdo mutuo74 por el que pudiera reclamar75 o pedir que no lo llame a juicio76. Job es un extranjero, ¿sin esa posibilidad de reclamo? El autor -editor final del libro77-, ingeniosamente, en la disquisición de Job sobre el origen de la sabiduría – Dios -, coloca también el principio de la sabiduría para el hombre: “Cuando determinó el peso del viento y definió la medida de las aguas, cuando impuso leyes a la lluvia y un trayecto para el rayo, entonces él la miró y la valoró, estableció sus fundamentos, la examinó a fondo y dijo al hombre: ´El respeto al Señor (cadonay) es sabiduría; apartarse del mal, inteligencia´78” .
Con esa relación de base entre Dios y el hombre79 en mano, Job protesta, proyectando su derecho a la respuesta de Dios. “¿Acaso no extendí la mano al que estaba arruinado cuando en su angustia me pedía ayuda? ¿No he llorado con el oprimido? ¿No tuve compasión del necesitado? Yo esperaba la dicha y me llegó la desgracia; aguardaba la luz y me llegó la penumbra. Me arden las entrañas sin cesar; me asaltan días de aflicción. Camino sombrío, lejos del sol; me levanto en la asamblea pidiendo auxilio. Soy hermano de los chacales y compañero de las crías de avestruz. La piel se me ennegrece y mis huesos se secan por la fiebre. Mi cítara solo sirve para el duelo, mi flauta, para acompañar a los que lloran”80. “Hice un pacto con mis ojos para no prestar atención a una virgen. ¿Cuál es la porción que Dios asigna desde lo alto? ¿Cuál la herencia que el Todopoderoso distribuye desde arriba? ¿No es la calamidad para el injusto y el infortunio para los malhechores? ¿Acaso Dios no ve mi proceder y cuenta todos mis pasos? ¿He caminado en la mentira, corrió mi pie tras el engaño?, ¡que Dios me pese con balanzas justas y reconozca mi integridad! Si mi paso se apartó del camino y mi corazón fue detrás de lo que veían mis ojos, y alguna mancha se pegó a mis manos, que yo siembre y otro coma y se echen a perder mis cosechas”81 …. “¡Ojalá me escuchara Dios! Esta es mi última palabra. ¡Que me responda el Todopoderoso!”82
“Fin de las palabras de Job”83. Las intervenciones de Elihú ya no tienen respuesta. Demasiado importante este silencio de Job: finalmente, Dios podrá responder; y Job, escuchar.
Job había dicho a los amigos: “Cierto, ¡me matará!, pero nada más espero; defenderé mi conducta en su presencia. Esa también será mi salvación, porque ningún impío comparece ante él”84. Con que solo le ponga atención Yavé, Job se sentirá satisfecho85.
GALO S. SANCHEZ B. PSS
Profesor de Sagrada Escritura
Seminario Mayor, Pasto – Colombia